Aqua | J. D. Galíndez




Vi caer una gota, y luego dos. Ya al segundo parpadeo, tu cuerpo y el mío, estaban empapados de agua. La lluvia no se detenía y no había indicio de que fuese a parar.

No había gota alguna que no recorriera tu moreno rostro, y como si fueras un camino que lleva a un tesoro, siguieron su recorrido. La imagen fija y clara que tenías se humedeció al entrar en contacto con el líquido. Tus cabellos, ahora esclavos del agua, bailaban al son de ella y del viento sobre tu cara.

El reflejo que llegaba a mí de tu ser fue escondido y distorsionado, como si escondieras algo, como si un destello de luz no me dejara verte.
El agua, rauda y tirana, se apoderó de nosotros. Y es que ya no existía un nosotros.
Tú estabas para ella, mientras que mi cuerpo frío y entumecido rogaba llegar a ti, llegar a tu ser.
Aún cuando el agua se proclamaba la única tirana y esclavizadora, llegó tu adiós para gobernar mis tierras y apoderarse de mis letras e inspiración.
Y como agua que se escapa entre los dedos, así te escapaste tú.

 
 Foto por José Luna

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